viernes, 28 de julio de 2017

¿Crees que los humanos nacen egoístas?

Los humanos son egoístas. Es tan fácil de decir. Lo mismo ocurre con las siguientes afirmaciones: La avaricia es buena; el altruismo es una ilusión. La cooperación es para los tontos. La competencia es natural; la guerra, inevitable. El mal es más fuerte que el bien en la naturaleza humana.
Este tipo de declaraciones reflejan suposiciones muy antiguas sobre las emociones. Por milenios, hemos considerado las emociones como el origen de la irracionalidad, de la bajeza y el pecado. La idea de los siete pecados capitales da por sentado nuestras pasiones destructivas. Platón comparaba el alma humana con un carruaje: el intelecto es el conductor y las emociones son los caballos. La vida es una continua lucha para mantener las emociones bajo control.
Incluso la compasión, la preocupación que sentimos por el bienestar de otro ser humano, ha sido tratada con completa burla. Kant la vio como un sentimiento débil y equivocado. Dijo: “tal benevolencia se llama corazón blando y no debería ocurrir en absoluto entre los seres humanos”.
Hay muchas preguntas acerca de si la verdadera compasión existe de verdad o de si es inherentemente motivada por el propio interés.
Estudios recientes de la compasión argumentan persuasivamente en favor de una perspectiva diferente en la naturaleza humana, una que rechaza la preeminencia del interés personal. Estos estudios apoyan un punto de vista racional, funcional y adaptativo de las emociones. Este punto de vista tiene sus orígenes en “La expresión de la emoción en el hombre y en los animales” de Darwin. Esta investigación sugiere que la compasión y la benevolencia son una parte evolucionada de la naturaleza humana, enraizada en nuestro cerebro y biología y lista para ser cultivada para el bien común.

Las bases biológicas de la compasión

Primero, consideremos el estudio reciente sobre las bases biológicas de la compasión. Si tal base existe, deberíamos estar programados, por así decirlo, para responder a los necesitados. La evidencia reciente respalda este punto de forma convincente. El psicólogo Jack Nitschke de la Universidad de Wisconsin descubrió que cuando las madres miraban fotografías de sus bebés, no solamente reportaban más amor compasivo que cuando miraban a otros bebés, sino que también mostraban una actividad única en la región de su cerebro asociada a las emociones positivas. El descubrimiento de Nitschke sugiere que esa región del cerebro está en sintonía con el primer objeto de nuestra compasión, nuestra descendencia.
Sin embargo, el instinto de la compasión no está limitado solamente a los cerebros de los padres. En un grupo diferente de estudios, Joshua Greene y Jonatahn Cohen de la Universidad de Princeton, encontraron que cuando los sujetos contemplaban el daño infligido a otros, una red similar de regiones en el cerebro se activaba. Nuestros hijos y las víctimas de la violencia, dos grupos muy diferentes, y, sin embargo, unidos por las reacciones neuronales similares que provocan. Esta consistencia sugiere fuertemente que la compasión no es solamente una emoción veleidosa e irracional, sino más bien una respuesta natural humana innata incrustada entre los pliegues de nuestro cerebro.
En otra investigación, realizada por la Universidad de Emory, los neurocientíficos James Rilling y Gregory Berns, dieron a los participantes la oportunidad de ayudar a alguien. Al mismo tiempo, se registraba su actividad cerebral. Ayudar a otros disparaba la actividad en el núcleo caudado y cíngulo anterior, las regiones del cerebro que se encienden cuando la gente recibe recompensas o experimenta placer. Este es un descubrimiento bastante notable: ayudar a otros da el mismo placer que obtenemos de la gratificación del deseo personal.
El cerebro entonces, parece estar programado para responder al sufrimiento de otros. Ciertamente nos hace sentir bien cuando podemos aliviarlo. Sin embargo, ¿hay otras partes del cuerpo que también sugieran una base biológica para la compasión? Pareciera ser que sí.
Consideremos el conjunto de glándulas, órganos, y sistemas cardiovascular y respiratorio conocido como el sistema nervioso autónomo (SNA). El SNA juega un papel principal en regular el torrente sanguíneo y los patrones de respiración para diferentes tipos de acción. Por ejemplo, cuando nos sentimos amenazados, nuestro índice cardíaco y respiratorio aumenta, preparándonos para la confrontación o la huida de la amenaza, la respuesta conocida como “lucha o huida”. ¿Cuál es el perfil del SNA en la compasión? Cuando los niños pequeños y los adultos sienten compasión por otros, la emoción es reflejada en cambios fisiológicos palpables. El índice cardíaco baja de los niveles de referencia, lo que prepara no para pelear o huir, sino para la aproximación y la calma.
Además está la oxitocina, una hormona que flota a través del torrente sanguíneo. Una investigación realizada en pequeños roedores conocidos como ratones de campo indica que la oxitocina promueve el compromiso y los lazos a largo plazo, así como el tipo de comportamiento que alimenta el desarrollo -como preocuparse por la descendencia- que yace en el corazón de la compasión. Tal vez puede contar en el abrumador sentimiento de afecto y conexión que sentimos hacia nuestra descendencia o hacia nuestros seres amados. De hecho, el amamantar y los masajes elevan los niveles de oxitocina en la sangre (tal como lo hace el chocolate). En algunos estudios recientes que he conducido, hemos encontrado que cuando las personas manifiestan comportamientos asociados al amor compasivo –sonrisas cálidas, gestos amistosos con la mano, inclinación hacia el otro- sus cuerpos producen más oxitocina. Esto sugiere que la compasión podría perpetuarse a sí misma: ser compasivos provoca una reacción química en el cuerpo que nos motiva a ser aún más compasivos.
La investigación de Nancy Eisenberg, tal vez la mayor experta en el desarrollo de la compasión en niños, ha descubierto que hay una expresión particular de compasión, caracterizada por cejas oblicuas y una mirada interesada. Cuando alguien muestra esta expresión, es más probable que ayude a otros. Mi trabajo ha examinado otra clave no verbal: el tacto.
La investigación previa ya ha documentado las importantes funciones del tacto. Los primates, tales como los simios grandes, pasan varias horas al día, acicalándose unos a otros, aun cuando no haya ningún piojo en su ambiente físico. Usan el acicalamiento para resolver conflictos, para premiar la generosidad de otros y para formar alianzas.
La piel humana tiene receptores especiales que transforman los patrones de estimulación táctil – la caricia de una madre o la palmada en la espalda de un amigo- en sensaciones indelebles y duraderas como los olores de la infancia. Ciertos toques pueden disparar la liberación de oxitocina, trayendo sensaciones de afecto y placer.
El tratamiento táctil de una rata cachorro abandonada puede revertir los efectos previos del aislamiento social, incluso hasta el punto de mejorar su sistema inmune.

Dacher Keltnero tiene la intención de documentar, por primera vez, si la compasión puede ser comunicada a través del tacto. Un descubrimiento así tendría varias implicancias importantes. Mostraría que podemos comunicar esta emoción positiva con manifestaciones no verbales, considerando que la investigación previa ha documentado ampliamente la expresión no verbal de emociones negativas tales como rabia y miedo. Este descubrimiento también aclararía las funciones sociales de la compasión- cómo la gente puede depender del tacto para calmar, recompensar y tejer lazos en la vida cotidiana.
En su experimento, puso a dos desconocidos en un cuarto en donde estaban separados por una barrera. No podían verse el uno a otro, pero podían tocarse a través de un orificio. Una persona tocaba a la otra en el antebrazo varias veces. Cada vez trataba de expresar una de 12 emociones que incluían amor, gratitud y compasión. Después de cada toque, la persona tocada tenía que describir la emoción que ellos pensaban que les habían comunicado.
Imagínese a sí mismo en este experimento. ¿Cómo cree que lo haría? Notoriamente, la gente en este experimento identificaba la compasión de manera fiable, así como el amor y otras 10 emociones a partir de los toques en el antebrazo. Esto sugiere fuertemente que la compasión es un aspecto evolutivo de la naturaleza humana, algo que somos universalmente capaces de expresar y entender.
Luis Francisco Navío Serrano

Centro de Psicología 

jueves, 27 de julio de 2017

APORTACIONES DE LA GESTALT A LA PRÁCTICA CLÍNICA

La práctica de la psicología clínica está muy influenciada (a veces excesivamente) por el tipo de escuela, formación terapéutica… recibida por el psicoterapeuta. Esta premisa abre un debate irresuelto sobre la necesidad de generar cuerpos teóricos comunes para todos los profesionales y fomentar, al mismo tiempo, la posibilidad de que cada cual pueda especializarse, identificarse con determinadas formulaciones que le permitan alcanzar su propio estilo personal sin restarle en eficacia. Desde el ámbito académico se realiza un esfuerzo por condensar las aportaciones más relevantes e introducirlas de forma ordenada en un cuerpo teórico con sentido para los estudiantes. Al mismo tiempo es una tarea que afecta a todos los profesionales facilitar y complementar esta labor aunque no formemos parte directa de la academia.
Personalmente, considero que la aportación de la Gestalt al campo de la psicoterapia ha sido totalmente decisiva. Es lógico pensar, que siendo mi formación gestáltica y habiendo realizado gran parte de mi trabajo personal y profesional bajo la influencia de esta escuela, tenga una preferencia notable y pueda sobrevalorar esta aportación. No obstante, más allá de preferencias personales, creo de justicia enfatizar el cambio que, apoyado en tres elementos conceptuales nuevos, la irrupción de la Gestalt generó en la forma de hacer y en la misma definición psicoterapéutica. Estos tres elementos de cambio, que sustentan la filosofía gestáltica y que siguen teniendo plena vigencia son:
- Preponderancia de lo actual. Supone una mayor valoración del presente frente al pasado o el futuro y, en su momento, genera un cambio en la orientación de la mirada del terapeuta y en la formulación del proceso terapéutico que pone más énfasis en el cómo que en el por qué. Al mismo tiempo, la puesta en valor de lo presente frente a lo ausente, aunque tomando en consideración que todo lo acontecido, se hace presente en la vivencia actual. Finalmente, el predominio del acto frente a lo simbólico que había constituido el objeto principal de visiones anteriores.
- Valoración de la atención y aceptación de la experiencia. Se pone especial énfasis en el darse cuenta a partir de la propia experiencia, incluyendo al síntoma
como parte de la misma e integrándolo como la mejor forma adaptativa a la que la persona tuvo acceso para sobrevivir. Hoy es algo comúnmente aceptado y sin embargo, en su momento supuso un giro copernicano, ya que implica la aceptación del síntoma como parte del todo existencial y hace que la terapia no se base en la lucha contra él y persiga su eliminación a toda costa.
- Puesta en valor de la responsabilidad. Es el cliente el “dueño de su proceso” y el que, a través de su trabajo y la toma de conciencia, puede alterar el curso de los acontecimientos, generando respuestas auténticas y adecuadas a cada situación. Ello convierte al terapeuta en un acompañante del mencionado proceso, rompiendo de esta forma las dependencias del cliente, que a partir de esta concepción se convierte en el auténtico protagonista de su vida.
Desde que Fritz Perls realiza su contribución al mundo de la psicoterapia son muchos los que hemos estudiado su teoría, enriquecida por otros gestaltistas que en vida del mismo o posteriormente han realizado sus contribuciones. Además de los conceptos básicos mencionados existen dos formulaciones gestálticas aportadas por él que definen la visión de la práctica psicoterapéutica y tienen especial relevancia a la hora de caracterizar esta, tanto desde el punto de vista del cliente como desde el punto de vista del psicoterapeuta.
Psicoterapia organísmica.
Ante la división artificial que se hacía del ser humano considerando el cuerpo, separado de la mente, lo físico separado de lo psíquico…y en el mejor de los casos, concibiéndolo como una suma de estas partes, la Gestalt desde sus inicios contempla a la persona como una totalidad en la que no hay diferencia, y la instancia orgánica y psicológica están unidas y adquieren su dimensión existencial en la propia conducta.
No hay por tanto, preponderancia de una u otra puesto que ambas constituyen lo humano.
El organismo así contemplado como una unidad, está en continua interacción con el ambiente. Ello implica que ambos, organismo y ambiente, están en continua interrelación condicionándose mutuamente y es imposible concebir el uno sin el otro.
Al igual que desde la psicología de la forma se entendía que la figura está íntimamente relacionada con el fondo y no es concebible su existencia al margen del mismo, puesto que este la contiene y define, el ser humano no se puede concebir sin estar inmerso en un ambiente. La conducta, por tanto, es la expresión de las diferentes maneras en que el organismo funciona, reacciona e influye en el ámbito total en el que se halla inmerso. Ello significa que, en principio, no existe diferencia entre la conducta que podemos denominar enferma o la conducta normal puesto que la diferencia entre una y otra vendría dada por la capacidad que tiene el organismo para satisfacer sus necesidades en relación con el ambiente sin oponerse de una forma radical y violenta a las demandas del mismo.
Desde que nacemos tenemos unas necesidades que satisfacer y un contexto que genera determinadas demandas a las que, “de la mejor manera posible”, hemos de ajustarnos. Es decir, de forma natural, ponemos nuestras capacidades al servicio de la satisfacción de las necesidades, siempre en relación y con relación al mundo exterior en el que nos hallamos.
La enfermedad no es por tanto, un fallo en la estructura o funcionamiento del organismo, sino que enfermamos cuando las sensaciones que experimentamos producen en el organismo una situación o estado de desorden que impide realizar adecuadamente la puesta en servicio de las capacidades propias de su naturaleza.
De forma natural se establece un ajuste que permite la satisfacción de necesidades en relación con el ambiente, y una adaptación paralela al ambiente, que permite la relación “nutritiva” con el mismo. Contemplado desde este punto de vista, reiteramos que la conducta sería fruto de ese proceso de contacto-retirada que se produce en un fluir natural y saludable, y las alteraciones en el mismo (cuando no se produce la satisfacción de necesidades o la propia adaptación) darían lugar a la patología. “El hombre que puede vivir en un contacto significativo con su sociedad, sin ser tragado completamente por ella y sin retirarse completamente de ella, es el hombre bien integrado” (Perls 1973, pg.36-38)
Por tanto, el sí mismo (self) sería el proceso de ajuste creativo entre el organismo y el medio y los fenómenos psicológicos se producirían en esta frontera entre el sí-mismo y el mundo: frontera de contacto.
La vivencia del desajuste al que hemos hecho referencia, genera angustia y la experiencia de un estado caótico que se expresa a través de una conducta rígida, con aparición de múltiples síntomas. Esta vivencia, que cursa con sensaciones de peligro y destrucción (no siempre necesariamente reales), lleva a actuar de forma desordenada y a utilizar todos los mecanismos que permitan evitar esos estímulos negativos que lo ponen en peligro.
Escucha activa.
Considero en este momento necesario abundar en la acción del psicoterapeuta y su actitud en el proceso. Para ello, me detendré en lo que denominamos escucha activa que supone un sentido amplio del concepto. Escucha, entendida como un estar atento, despierto, no solamente a lo externo, a lo de fuera, sino también a lo interno, a lo que sentimos y percibimos ante ello. Esta escucha no solo ha de ser realizada por el psicoterapeuta, sino que forma parte del aprendizaje que el cliente hace respecto de sí mismo y en relación con los demás.
La primera dirección en la que planteamos esta escucha es de tipo interno, hacia dentro. Implica la capacidad de tomar conciencia de sí mismo y poner atención a los procesos que se despiertan ante lo que escuchamos, percibimos del otro. Es decir, que la disponibilidad para con el otro, se hace necesariamente compatible con no olvidarnos de nosotros mismos y estar atentos a lo que nos pasa mientras atendemos a lo que le pasa al otro. Desde este punto de vista, no solamente no interfiere, esta escucha, en la atención al otro, sino que se convierte en el mejor método de acompañamiento, ya que nuestras sensaciones, emociones y sentimientos se ponen al servicio de la mejor comprensión de lo que ocurre. El terapeuta es su mejor instrumento.
La segunda dirección de la escucha es de tipo externo y supone un mantener abiertos los sentidos para obtener una mejor captación de lo que el otro, en este caso el cliente, expresa. Afinar nuestros sentidos implica prestar atención no solo al contenido, y esta sin duda es una gran aportación de la Gestalt, sino a la forma en que se dice o expresa. La expresión es mucho más que el contenido de lo que se dice, y lo que expresa el cuerpo: el gesto, la postura, el tono de voz… adquieren gran relevancia,
puesto que aportan información, en muchas ocasiones, más sincera de lo que está ocurriendo. Las palabras, en muchas ocasiones, solo sirven para “tapar” o desvirtuar la emoción.
Lógicamente, este tipo de escucha está al servicio de un tipo de comunicación más auténtica en la expresión. La Gestalt aporta ciertas reglas para una comunicación más honesta: hablar en primera persona y en presente, responsabilizarse de lo que se dice, sustituir el “pero” por el “y”, los “por qué” por los “como”, las preguntas por afirmaciones, evitar las generalizaciones…
Al mismo tiempo, la comunicación se acompaña de una determinada actitud que va a facilitar el proceso. Desde el momento en que la labor del terapeuta es facilitar esa toma de conciencia respecto a la interrupción del proceso natural de satisfacción de necesidades, contacto con la emoción y acción consecuente para restablecer nuestro equilibrio, su labor se convierte en un acompañamiento activo que no permite la irresponsabilidad del cliente. Facilita la exploración, apoyando (en palabras de Claudio Naranjo) “la expresión autentica de sentimientos, conductas y deseos genuinos y frustrando y confrontándole con sus juegos manipulativos”.
Así definidas la visión del sujeto de la acción terapéutica, como la del psicoterapeuta, la relación se convierte en una experiencia que afecta a ambos, que es responsabilidad de ambos y que busca un equilibrio “de poderes” en la consecución del objetivo que ambos persiguen.
FRANCISCO HERRERA GARRIDO
Director de Centro de Psicoterapia Nahual

lunes, 17 de julio de 2017

PSICÓLOGOS, DEPORTISTAS DE ALTO RIESGO

"Ningún hombre es más infeliz que el que no ha sufrido adversidad, porque muere sin probarse a sí mismo".
Séneca.

De forma breve y haciendo referencia al argot ciclista que tanto me apasiona, intentaré desprenderme de todo aquello que embellece a esta joven y hermosa disciplina, como es la Psicología, para dejar ver parte de la persona que se dirige a vosotros en estos renglones.

Tras 12 años de ejercer como psicooncólogo al lado de los enfermos de cáncer y sus familiares, son muchas las personas que en el día a día te expresan su admiración por el trabajo que realizas, autoevaluándose ellos como incapaces de hacer lo que tú haces. “Es genial -comentan algunos- haber podido contar contigo en uno de los momentos más difíciles de nuestras vidas, no te imaginas cuánto nos ayudaste”. Y, aunque reconozco que estas palabras son siempre recibidas como un gran empujón en esta “subida al Tourmalet” que nos toca enfrentar en numerosas ocasiones, también quiero advertir sobre algunos efectos secundarios que considero relevantes destacar para que no nos dé la “pájara” y podamos finalmente hacer una gran etapa y no quedar de farolillo rojo.

Por un lado, considero que en esta profesión nos exponemos con bastante frecuencia al riesgo de llegar a sentirnos como cabeza de carrera, una especie de superhéroes poseedores de un poder especial que nos capacita para poder cambiar la vida de las personas. Y, compañeros, me parece que estamos muy equivocados. La experiencia nos dice que tan solo somos meros facilitadores “que van a rueda” de los enfermos para que ellos mismos consigan poner en marcha y movilizar sus propios recursos y estrategias que les ayuden a hacer frente a sus problemas. Y, lo que es más importante, lamentablemente, aunque nos esforcemos en aplicar la psicoterapia más novedosa y las técnicas mejor contrastadas científicamente, al final, lo importante y lo que va a marcar en gran medida el éxito de tu intervención son precisamente otros aspectos relacionados con tu calidad como ser humano, tu capacidad de ser compasivo, honesto y auténtico. ¿Quienes somos realmente para poder decir a los demás lo que tienen que hacer o no?, ¿dónde se nos queda el intentar fomentar la responsabilidad individual y dejar ser a las personas como realmente son?

Llegados a este punto me pregunto, si realmente esto es así, ¿en qué parte de los planes de estudio del grado en Psicología se contempla el cultivo y entrenamiento de estas competencias?, ¿cuáles son los valores que queremos transmitir al “grupo perseguidor” para cuando le toque enfrentarse a este duro puerto de montaña?

Desde mi punto de vista, la Psicología necesita más que nunca actualizarse y adaptarse a las nuevas necesidades. Debemos saber dar mejor respuesta a los problemas que la sociedad actual nos está planteando, donde continuamente se nos vende el placer por lo inmediato, lo material, lo extrínseco y superficial, dejando a un lado todo aquello que nos conduce hacia cualquier forma de sufrimiento o nos recuerda que somos finitos, la baja tolerancia a la frustración, las trampas del pensamiento positivo o la estúpida corriente de que todo lo podemos alcanzar si nos lo proponemos. Decía Ann, protagonista de la película ‘Mi vida sin mí’ de Isabel Coixet, “y te das cuenta de que todos los escaparates brillantes, todas las modelos de los catálogos, todos los colores, las ofertas, las recetas, Martha Stewart, el Día de Acción de Gracias, las películas de Julia Roberts, las montañas de comida grasienta, intentan alejarnos de la muerte. Sin conseguirlo (…). Nadie piensa en la muerte en un supermercado.”

Por otro lado, siguiendo este planteamiento, al igual que validamos a nuestros pacientes en el plano emocional y ayudamos a admitir el sufrimiento como parte de la vida, ¿qué hacemos realmente los profesionales de la salud con nosotros mismos?, ¿cómo gestionamos nuestra propia vida, nuestras dificultades, nuestro sufrimiento? ¿No os da la sensación de que a más de uno de nosotros se nos olvidó al inicio de la carrera hacer un ejercicio de introspección y autoanálisis donde poder identificar y trabajar nuestros propios miedos e inseguridades, nuestra capacidad de autorregulación antes de poder atender la de los demás? Os aseguro que en terapia, todo aquello que nos chirría o incomoda procede de ese “lado oscuro” de nuestra historia personal que no atendemos correctamente a nivel personal.

Quizás esto nos pase porque nuestra profesión siempre se ha asociado y nos han sometido a un rol de actuación ejemplar ante la vida, de profesional en continua actualización y al cual, al igual que en otras profesiones sanitarias, se le permite muy poco margen de error, olvidando casi siempre nuestra condición de seres humanos. Más de uno se echaría las manos a la cabeza si pensamos en un psicólogo estresado, con problemas familiares u otro tipo de conflictos, pero también a nosotros nos tocará a lo largo de la vida atravesar momentos difíciles. Ante ellos, el autocuidado se convierte en el casco que nos protege ante la práctica de este deporte de alto riesgo y una asignatura de vital importancia para ser atendida, no solo por el propio profesional sino asumida también por el propio sistema sanitario. Es necesario que aparezca el “avituallamiento” de carrera y es más necesario aún que el profesional sea capaz de identificar esas dificultades, cambiar el desarrollo que llevamos puesto en la bicicleta, cambiar el “maillot a la superioridad” por el premio a la regularidad y valorar que en muchas ocasiones el éxito individual representa también la victoria del resto de componentes del equipo.

Si salimos a la calle, nos cruzamos con personas a las que más de un psicólogo envidiaría por su capacidad para lidiar con los problemas del día a día. Así que, nunca es tarde para agarrarnos fuerte al manillar y resolver la etapa, a ser posible, sin llegada a meta al sprint, desde un estilo propio y coherente con nuestra auténtica forma de ser, no intentando dar una imagen que no nos corresponde o aguantando una incómoda badana en el culotte.

Recuerdo cuando era más joven que uno siempre estaba dispuesto a lanzar la fuga o escapada en solitario ante las situaciones más adversas, pero la propia experiencia y, por supuesto, el peso de los kilómetros en las piernas, te van haciendo replantear el plan de carrera continuamente. Como nos recordaba Gonzalo Brito, psicólogo clínico, en el pasado Congreso de la Sociedad Andaluza de Cuidados Paliativos, “una persona físicamente cansada, mentalmente estresada y emocionalmente agobiada no puede desenvolverse bien a nivel técnico y, probablemente, tampoco tendrá una buena relación con sus pacientes y con sus compañeros. Su propia motivación y satisfacción personal y profesional se irán desgastando con el tiempo”. Por todo esto, me tranquiliza mucho ver como el lema del VII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicooncología es ‘El coste de cuidar en oncología: apoyo a los equipos asistenciales’.

Igualmente, escuchaba decir recientemente a Paula Ortiz, directora de la película ‘La Novia’, que en los tiempos que corren y los momentos que nos están tocando vivir, tan faltos de valores morales y sociales o repleta de antivalores, quizás sea el momento de bucear y asomarnos a la vivencia de nuestros precipicios sobre las grandes pasiones del alma y poder conectar con lo esencialmente humano.

Ojalá que todos comprendiésemos a Ann, la magnitud y la profundidad en sus palabras:


“Esta eres tú, los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como… no sé como describirlo, como una de esas personas a las que le gusta la luna o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol. Seguro que sabes de qué gente estoy hablando… o tal vez no. Da igual, a ti te gusta estar así, desafiando al frío, sintiendo como el agua empapa tu camiseta y te moja la piel, y notar como la tierra se vuelve mullida bajo tus pies y el olor, y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leído. Esta eres tú, quién lo iba a decir… tú”.

ASOCIACION ESPAÑOLA CONTRA EL CÁNCER
Junta Provincial de Jaén
Sergio Garrido Jiménez.
Psicooncólogo de AECC Jaén.

REFLEXIONES ACERCA DE LAS DECISIONES Y VALORES DEL PACIENTE AL FINAL DE LA VIDA

Normalmente, cuando una persona recibe la noticia de que tiene cáncer, de lo último que le apetece hablar es de cómo le gustaría que fuesen sus últimos días en caso de no poder vencer a la enfermedad. Parece, por tanto, poco apropiado en ese momento plantearle al paciente la opción de dejar por escrito sus preferencias a través de herramientas como el documento de Voluntades Vitales Anticipadas. Pero seguro que en cualquier otro momento temprano en el transcurso de la enfermedad hay oportunidad de explicárselo con detenimiento para que el enfermo sepa las ventajas que el mismo conlleva. Se trata de intentar desterrar un poco el miedo a hablar de la muerte que actualmente existe en nuestra sociedad. Con esta finalidad surge la Planificación Anticipada de Decisiones (PAD).

La Planificación Anticipada de las Decisiones (PAD) es un proceso voluntario de comunicación y deliberación entre una persona capaz y profesionales sanitarios implicados en su atención, acerca de los valores, deseos y preferencias que quiere que se tengan en cuenta respecto a la atención sanitaria que recibirá como paciente, fundamentalmente en los momentos finales de su vida.

Tras la participación en el último Congreso de la Sociedad Andaluza de Cuidados Paliativos (SACPA) celebrado en Granada en 2016, he de destacar que en los últimos años se está demostrando una actitud de escucha activa hacia los psicólogos por parte de los miembros de otras disciplinas sanitarias, lo cual contribuye a mejorar la atención en cuidados paliativos y aportar beneficios a los enfermos al final de la vida.

En este sentido, desde la psicooncología, es interesante resaltar algunas de las dificultades que el proceso de PAD supone para pacientes, sus familiares y el personal sanitario que se ve implicado en el mismo. Realmente, es difícil saber cuál es el momento adecuado en el que el paciente de una enfermedad crónica o grave quiere hablar del proceso de muerte y de qué condiciones le gustaría que se tuvieran en cuenta. Entre otras cosas, porque durante el proceso de tratamiento la persona necesita al menos vivir en clave de esperanza la situación y, en ocasiones, necesita hacer verdaderos esfuerzos para confiar en esa posibilidad. Pero si se deja la formulación de las voluntades anticipadas para los momentos finales, puede ser que el enfermo no se encuentre en situación física y mental suficiente para realizarla.


Además, no siempre es fácil saber desde la anticipación, cómo se comportaría uno mismo ante la situación real de enfermedad. De ahí la importancia del carácter modificable y revocable de las mismas y la relevancia de un representante con el que haya hablado del tema de la muerte y conozca bien el mundo de valores y preferencias del paciente.

El proceso de PAD se puede utilizar como una herramienta con un enorme potencial terapéutico, pues aborda las preocupaciones centrales del paciente, le permite expresar preferencias - lo que ayuda a validarle como persona - y le sitúa en un papel de claro protagonista del proceso asistencial. Asimismo, incrementa además la percepción de control y disminuye, por lo tanto, la incertidumbre y la indefensión del enfermo. Los profesionales sabemos del valor terapéutico del proceso de PAD pero forzado puede ser iatrogénico. Actualmente, su utilización en la práctica clínica es escasa. Ante enfermos al final de la vida, el profesional atribuye la causa de esta deficiencia a la falta de preparación, considerando que sus propios miedos y angustias ante la muerte bloquean la relación personal. Esta actitud es frecuentemente detectada por el enfermo, intuyendo que no debe expresar sus sentimientos, por temor a provocar un alejamiento de las personas cuya ayuda necesita, lo que contribuye a intensificar la incomunicación. Por esto, los profesionales sanitarios demandan más formación en estrategias que le ayuden a mejorar la comunicación médico-paciente.


Es prioritario, en fases más tempranas, investigar y explorar la escala de valores y criterios fundamentales que la persona en cuestión considera que deben seguir las decisiones que se tomen al respecto a su salud para poder aplicarlos en situaciones imprevistas. Se trata de la “Historia de Valores” que será la que guiará, en caso de duda, la toma de decisiones. Para la mayoría de personas de nuestra cultura los aspectos emocionales son prioritarios. Ante la pregunta: En el caso de que se estuviera muriendo realmente ¿hasta qué punto cree que los siguientes aspectos le ayudarían a morir en paz?. Entre once respuestas, la más elegida siempre es “poder sentirme cerca, comunicarme y estrechar los vínculos afectivos con mis seres queridos”. Y es que al final, como nos recuerda el Dr. Marcos Gómez Sancho, pionero en Cuidados Paliativos en España, “en más de veinte mil pacientes acompañados, ni uno solo echó de menos al final haber estado más horas en la oficina, tener un apartamento más grande o tener un coche más potente, ni uno. Todos echaron de menos no haber estado más tiempo con sus hijos y verlos crecer de otra manera, no haber sido más solidarios o haber escuchado mas a Mozart o a Bach”

ASOCIACIÓN ESPAÑOLA CONTRA EL CÁNCER
Junta Provincial de Jaén
Sergio Garrido Jiménez.
Psicooncólogo de AECC Jaén

martes, 4 de julio de 2017

Exposición de Fotografía “Esfuerzo, Ilusión y Vida”
del 21 a 24 de marzo 2017
Universidad de Jaén

Con motivo de Día Mundial de Síndrome de Down, 21 de marzo, la Asociación Síndrome de Down Jaén y Provincia presenta la Exposición Fotográfica “Esfuerzo, Ilusión y Vida”. Está compuesta por 60 fotografías realizadas por miembros de la Agrupación Fotográfica de Jaén “Santo Reino” y de la Asociación Fotográfica de Ubeda. Se trata de una exposición de retratos de personas con Síndrome de Down, una exposición de lo cotidiano.
¿Qué es el Sindrome de Down?
El Síndrome de Down es la principal causa de discapacidad intelectual y la alteración genética humana más común. Se produce de forma espontánea, sin que exista una causa aparente sobre la que se pueda actuar para impedirlo. Es un síndrome que afecta a un pequeño porcentaje de los recién nacidos a escala global, independientemente de factores étnicos, sociales o geográficos.
El síndrome de Down no es una enfermedad
Tampoco existen grados de síndrome de Down, aunque el efecto que la presencia de esta alteración produce en cada persona es muy variable, como variables son el resto de las personas.
Las personas con síndrome de Down muestran algunas características comunes pero cada individuo es singular, con una apariencia, personalidad y habilidades únicas.
                Su personalidad, aficiones, ilusiones y proyectos serán los que verdaderamente les definan como personas, con su dignidad, sus derechos y sus obligaciones, mientras que su discapacidad será sólo una característica más de su persona.
Actualmente y desde 1991 la Asociación Síndrome de Down Jaén y Provincia tiene como fin mejorar la calidad de vida de las personas con Síndrome de Down y personas con otras discapacidades intelectuales; nuestra misión es prestar una atención longitudinal a estas personas, así como a sus familias, para potenciar al máximo sus capacidades individuales y su inclusión en todos los ámbitos de la sociedad.
La Asociación Síndrome de Down Jaén y Provincia pretende dar respuesta a las necesidades y demandas de las personas con Síndrome de Down y con otras discapacidades intelectuales, en cumplimiento de lo expuesto en la Convención Internacional de Derechos Humanos de Personas con Discapacidad Intelectual y en todas las leyes que velan por sus derechos. Es una organización sin ánimo de lucro, declarada de Utilidad Pública, de ámbito provincial, con personalidad jurídica propia y plena capacidad de obrar. Se encuentra integrada en las federaciones andaluza y española de entidades para el Síndrome de Down.
Integra a padres y familiares de personas con Síndrome de Down y de personas con otras discapacidades intelectuales y cuenta con un grupo de profesionales formado por psicólogos, psicopedagogos, logopedas, maestros, fisioterapeutas y trabajador social, así como un nutrido grupo de voluntarios.

La colaboración con la Universidad de Jaén ha tenido un largo y fructífero recorrido, con numerosas actividades entre las que destacan las de formación y divulgación, y que culmina esta semana en la que se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down con esta exposición fotográfica con la que queremos trasladar al ámbito universitario una muestra de nuestra realidad.


Auxiliadora Robles Bello
                                                                                                                          Asociación Síndrome de Down Jaén y provincia

viernes, 21 de abril de 2017

LA FIBROMIALGIA: APRENDER A VIVIR

La Fibromialgia (de ahora en adelante FM) es un síndrome caracterizado por dolor generalizado, fatiga y sintomatología depresiva. Además de estos síntomas, existen otros más asociados, como los problemas de sueño, los déficits atencionales y de procesamiento de información, las dificultades en el desempeño de actividades rutinarias, el cambio de roles familiares, los problemas para relacionarse con los demás, la incomprensión médica, etc. Por lo que, esta patología, que principalmente afecta a mujeres, conlleva una modificación considerable de las prioridades, funciones y motivaciones que, con anterioridad, movían al paciente. 
Al observar con detenimiento a una persona afectada de FM, destaca la presencia de modificaciones anímicas considerables que suelen responder a un patrón adaptativo del estado de ánimo. Y cuando les escuchamos elaborar su propia vivencia de la enfermedad y planificar su rutina vital en función de su patología, solemos asemejar dicho curso a un proceso de duelo en cualquiera de sus fases. En efecto, se elabora una despedida, y esta vez no hay que despedirse de un padre o una madre, de una pareja, de una mascota o de un lugar, se trata de despedirse de aquella persona activa y dinámica que ella era y que, debido a su enfermedad, no volverá a ser. Consiste en elaborar esta difícil pérdida y aprender a vivir en una persona caracterizada por ciertas limitaciones con las que debe que llevarse bien. Así que, transcurren de forma perdida, como quien vaga por calles oscuras sin tener claro el lugar a donde debe llegar, deambulando por todas las fases ya establecidas por nuestra compañera Klüber-Ross, y se adentran en cada una de ellas con temor y con mucha incertidumbre, y nos suelen preguntar con frecuencia si es normal sentir este desasosiego y esta sensación de vacío vital.

Como suele ocurrir en nuestro trabajo desde el punto de vista de la Psicología de la Salud, la educación sanitaria en relación a su padecimiento, es el primer paso para acercarnos al paciente. La información calma, alienta y sirve de bastón a un paciente que continúa su camino sin un rumbo claramente establecido. Normalizar sus emociones, ofrecer un marco donde situarlas y verlas con perspectiva, este proceso les ilumina el trayecto. Por último, corregir aquellos errores perceptivos y de pensamiento. Son pequeños tropiezos en su caminar que hay que volver a superar. Y una vez transcurrida esta andadura, le enseñaremos a aceptar que la FM, como tantas dolencias crónicas, supone un aprender a vivir de nuevo.  Y esta aceptación, que casi siempre es parcial, supone una mirada al proceso de cicatrización, sin sufrimiento ya, pero con muchas lecciones aprendidas, y valorar la grandeza y superación que hayamos en ellas.  

Angeles Pulgar Buendía
Afixa, Asociación de Fibromialgia de Jaén

martes, 28 de marzo de 2017

REFLEXIONES ÉTICAS EN NUESTRA PRÁCTICA PROFESIONAL


El objetivo con esta comunicación es informar para mejorar la calidad de los servicios psicológicos prestados y dar algunas pautas desde el punto de vista deontológico para un modelo deseable de actuación para los profesionales de la psicología.
Los principios que regulan nuestra actividad profesional son[1]:
1. Respeto a la dignidad de la persona, su autonomía y a todos sus derechos.
2. Actuar conforme al principio de beneficencia con respeto a la autonomía de las personas.
3. Evitar causar daño o perjuicio a las personas: principio de no maleficencia. 
4. Respeto a la privacidad y a la confidencialidad de la persona.
5. Competencia profesional
6. Responsabilidad.
7. Honestidad e integridad.
En cuanto a las relaciones con clientes y otros profesionales, los psicólogos y psicólogas deberán informar a los clientes de las características básicas de la relación establecida, presentando al menos: sus competencias, el objetivo de la evaluación, la metodología básica a emplear, y quien será el destinatario de la información recabada. Además, los psicólogos y psicólogas informarán de las limitaciones de la confidencialidad que concurran en el caso.
Por lo que se refiere a la Metodología y Procedimientos, tienen el deber de actualizar sus conocimientos científicos en aquellas áreas en las que se estiman competentes, utilizando la metodología avalada por los estándares científicos y profesionales de la psicología, siendo especialmente minuciosos en el registro de los datos recabados, toda vez que deben poder ser aportados ante la Autoridad Judicial en el momento en que se les solicite y tendrán especial cuidado en evitar en sus métodos y procedimientos influencias no pertinentes, como las que puedan recibir de las partes, valorando los datos desde todas las perspectivas razonables e hipótesis alternativas, absteniéndose de hacer valoraciones sobre personas no evaluadas directamente, intentando llevar a cabo dichas evaluaciones cuando se considere necesario, con el acuerdo de los legítimamente afectados. Si pese al esfuerzo resultase inviable, reflejarán en sus resultados las posibles limitaciones de su estudio o intervención.
Para la Comunicación con público y otros profesionales, los psicólogos y psicólogas se esforzarán en informar de sus hallazgos de modo comprensible, considerando las características de los destinatarios de dicha información y evitando en lo posible las interpretaciones equivocadas, proporcionando a los clientes la información sobre su trabajo profesional según lo determinan las leyes y nuestro Código Deontológico. Respecto a los registros y datos en bruto, se asegurarán de proporcionarlos únicamente a aquellos con interés legítimo probado, cuidándose de entregarlos sólo a personas profesionalmente competentes, en especial los materiales estrictamente psicológicos, sobre los que se debe custodia.
CONSENTIMIENTO INFORMADO
Tal y como establece el artículo 17 del nuevo código deontológico, “Para ejercitar sus tareas, tanto de intervención como de investigación, quienes son profesionales de la psicología necesitan la obtención del consentimiento del usuario o usuaria…” ya que como señala Martín (2002), «la realización de cualquier examen psicológico sin un consentimiento adecuado representa una intrusión en áreas de la intimidad personal y, por consiguiente, una agresión que cuestionaría también, el fundamento y el sentido de ese trabajo», y en general, las limitaciones que harán que muchas personas tengan nula o limitada la libertad de consentimiento para iniciar una relación profesional con el psicólogo pueden ser debidas a aspectos tales como la edad, los recursos personales y las restricciones legítimas impuestas por la ley u otras circunstancias. Por todo ello, el psicólogo o psicóloga, antes de iniciar una intervención, debe recabar el consentimiento informado, que “aunque por regla general bastará que el consentimiento sea verbal es conveniente disponer de alguna forma de constancia o registro del cuándo, del modo de obtención y por quién o quiénes se ha producido el consentimiento”.
Otra cuestión importante añadida es determinar la competencia del individuo objeto de la exploración para comprender esa información y así dar un consentimiento válido. Evidentemente, el consentimiento informado se obtiene cuando el sujeto a explorar expresa voluntariamente y de forma autónoma su decisión de someterse a la evaluación. En aquellas pruebas en las que sea necesaria la entrevista de otras personas que puedan aportar información relevante al caso (familiares, terapeutas, profesores, etc.) se deben pedir expresamente otros consentimientos particulares, para poder llevarlas a término. En caso de que no otorgara consentimiento, ya sea para su propia evaluación como para la entrevista de terceras personas, éste será suplido por una orden judicial. Y si definitivamente se niega a la realización de la evaluación, el psicólogo deberá posponer la misma y realizará las gestiones necesarias para que el individuo a valorar reciba consejo legal en cuanto al problema de su participación, o definitivamente podrá informar al juez, si llegara el caso, de la imposibilidad de llevar a cabo el dictamen y será éste quien valore y decida sobre esta cuestión.
Cuando la petición de la evaluación se realiza a partir de una orden judicial, aparte de que el cliente de la evaluación puede ser el propio juzgado, la capacidad para otorgar consentimiento obviamente es limitada y la negativa a someterse a ella puede tener efectos negativos para los intereses de la persona implicada. No obstante, el/la psicólogo/a no debe pasar por alto el no dar por hecho que el individuo a evaluar ha sido ya informado de las características esenciales de la intervención, ya que es responsabilidad personal del/la psocólogo/a informar adecuadamente al/la evaluado/a ... “ Cuando los servicios psicológicos hayan sido solicitados por otra persona - jueces, profesionales de la enseñanza, empleadores, o cualquier otro solicitante diferente de la persona objeto de la actividad con capacidad legal para ello -, ésta última o sus representantes legales tendrán derecho a otorgar su consentimiento…, a ser informados del hecho y resultados de la evaluación o intervención e igualmente tendrán derecho a conocer, siempre que de ello no se derive un grave perjuicio para la persona evaluada, tanto el contenido como a quién o quiénes va destinado el informe psicológico consiguiente así como la finalidad prevista del mismo...”, y tratar de recabar el consentimiento informado, y en el caso de que una persona se oponga a participar en una evaluación o intervención ordenada judicialmente, “… el psicólogo o psicóloga responsable de la misma deberá informarle de forma adecuada de los efectos perjudiciales que dicha negativa podría suponerle y si persistiera en su negativa a consentir, se deberá informar de tal circunstancia a la instancia judicial”.
COMPETENCIA
Este ámbito de trabajo obliga a los psicólogos y psicólogas a dilucidar si son com­petentes para actuar de acuerdo con las cuestiones planteadas por el sistema legal, bajo qué condicio­nes y dentro de qué límites, y en cualquier caso, abstenerse a prestar declaraciones cuando su com­petencia sea limitada o nula, de tal manera que “Los psicólogos y las psicólogas tienen la obligación de desenvolverse profesionalmente con competencia, teniendo presente que la calidad de su trabajo guarda una relación directa con su permanente formación y su actualización en conocimientos e informaciones. En ese sentido deben mantener la actualización no sólo en lo científico sino también en desarrollos éticos y en cambios o modificaciones de la legislación”.
Además, debido a su condición de psicólogos, o lo que es lo mismo, personas cualificadas, los psicólogos y psicólogas tenemos la obligación de mantener actualizados nuestros conocimientos, usándolos en la selección de métodos y procedimien­tos de recogida de datos para la evaluación, tratamiento, asesoramiento o investigación. Esto es muy importante porque el psicólogo, en este contexto, trabaja con la información basada en la evidencia que se deriva de la práctica científica documentada, por lo que, “Los psicólogos y las psicólogas conocerán los límites de los procedimientos y métodos de la ciencia psicológica utilizándolos con las cautelas que requieran. También deberán conocer los límites de los resultados que se puedan alcanzar conforme a los procedimientos y métodos que adopten en su trabajo. Evitarán generar falsas expectativas o esperanzas desproporcionadas que después sean incapaces de satisfacer profesionalmente. Informarán a los usuarios o usuarias con objetividad”, además “Sin perjuicio de la legítima diversidad de teorías, escuelas y métodos, los psicólogos y psicólogas no utilizarán medios o procedimientos que no se hallen suficientemente contrastados dentro de los límites del conocimiento científico vigente…
Por otra parte, los peritos deben ser conscientes de cómo sus propios valores y actitudes frente a las cuestiones sociales pueden afectar su competencia o capacidad para actuar profesionalmente.
Por tanto, como experto, el psicólogo deberá adquirir las competencias, entrenamiento y expe­riencia suficiente en ésta área de la psicología para alcanzar un adecuado desempeño profesional y ético.

BIBLIOGRAFÍA
q  Avezuela, J. (2008): Borrador del Informe sobre el código deontológico de la profesión de psicólogo.
q  Código Deontológico (1987). Colegio Oficial de Psicólogos
q  Colegio Oficial de Psicólogos de España (2004). Ética y deontología para psicólogos. Madrid: Colegio Oficial de Psicólogos de España.
q  Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos (2009): Proyecto código deontológico de la profesión de psicología. En archivo informático V11.
q  Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica (BOE nº 274 de 15/11/2002).

Nicolás Garrido Martínez
Director de Albanta: Psicología y Logopedia
Miembro de la Comisión Deontológica del Ilustre Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental





[1] Ver con más detalle en el Código Deontológico de la profesión de Psicología.